Hablemos de
ilusión. ¿Y que se me viene a la
mente? Pues la recurrida frase ‘de ilusión también se vive’. Tan cierta
y dolorosa como que los domingos son el peor día de la semana.
Me he dicho
una y otra vez que no volvería a ilusionarme más, a no caer en esa trampa tan
tentadora pero que tiene tan mal despertar. Ese caramelito que te llevas a la
boca pero te dura menos de 5 minutos.Yo, una vez más e inevitablemente, he vuelto a caer. Y es que lo malo de ilusionarse es
desilusionarse, o lo que es lo mismo, darse cuenta que no hay nada mágico ni
especial. A veces pienso: fue bonito mientras duró. ¿Mientras duró el qué? Seguramente el engaño de esperar algo que nunca llegaría. La ilusión lleva a la confusión
porque cuando no la tienes, te das cuenta que es más fruto de la imaginación
que una realidad. Ese momento en el que las expectativas superan la verdad,
pero de los errores se aprende y de la desilusión también. He aquí el problema,
¿se puede vivir sin una dosis diaria y necesaria de ilusión? Mi respuesta es
no. Siempre buscamos una razón a la que aferrarnos, un chupito de ilusión que nos levante el ánimo para afrontar el día a día. Cierto es que no hay nada peor que ilusionarse y descubrir que todo es mentira aunque quizás esa mentira momentánea sea lo que nos hace seguir a flote.
Por otra parte, no hay nada peor que perderla. Tan malo
es el despertar como el no haber tenido sueño alguno. Tener ganas de algo o de
alguien es lo que mantiene viva nuestra razón de ser.
En
definitiva, he llegado a la conclusión que la ilusión es algo que hay saber
llevar de la mejor manera posible, tanto su lado bueno como el malo. El truco quizás esté en no ilusionarse...ERROR. Como ya he dicho, eso es imposible.
''No quiero tener esperanza, pero no puedo evitarlo''