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viernes, 30 de octubre de 2015

Viernes noche

Los viernes noche son mi talón de Aquiles. Es el primer momento en toda la semana que dejo atrás la frenética rutina y me enfrío de realidad. Esa realidad que por más que trato de esquivar me sacude en la cara.
Ahora mismo, como cada viernes noche, me embarga cierta tristeza envuelta en melancolía y me pongo a pensar. Pienso mucho. Y no me gusta la realidad que tengo. Aunque tenga días mejores y peores lo cierto es que lo malo es real y lo bueno no llega a ser bueno del todo.
Soy una persona feliz y optimista por naturaleza pero llega un punto en el que la realidad es mucho más poderosa y si no es buena no lo es. La aceptas pero no es lo que quieres y tampoco la puedes cambiar. Los sentimientos no funcionan así.
Lo cierto es que no recuerdo haber sido realmente feliz desde finales de 2012 y tengo miedo de no volver a sentir eso en mucho tiempo o tener que estar forzándolo. Siento que llevo estos últimos años atrapada en un laberinto en el que me ahogo en silencio. Muy en silencio. Que todos los días son iguales, que me los sé de memoria. Todo se repite constantemente una y otra vez.
Ahora mismo me pesa mucho todo y llevo tanto tragado que no sé como todavía tengo espacio para más. Encima al ser viernes tengo todo el cansancio que me sale después de toda la semana. Es un cumulo de sentimientos que no puedo evitar y me gustaría ahorrármelos pero eso es imposible vaya.
En realidad me consolaría cualquier cosa buena que fuese real. Aunque fuera muy pequeña, aunque fuera insignificante. De hecho valoro mucho los pequeños grandes detalles como que alguien te sonría. Eso me alegra el día y lo agradezco de corazón.
No sirve de nada estar rodeada de gente que te hace sentir sola, que no te aportan nada de luz.
Y de ilusión se puede vivir durante mucho tiempo. Pero cuando esa ilusión es más ficticia que real acaba pasando factura.
Escribir es lo único bueno que puedo hacer ahora mismo por mí. Al menos siempre me queda esto.